martes, 30 de noviembre de 2010

LAS DOS CARAS DE UNA FAMILIA GRIEGA

Petros Kókkalis (en el centro, con gafas) en el denominado
"Gobierno de la Montaña"


Grecia es un Estado fascinante, con cierta tendencia a la división interna. Futbolísticamente hablando, forma parte del club de Estados en los que hay dos gigantes que monopolizan la mayor parte de la información y la admiración: Panathinaikós y Olympiakós. El triunfo del Barça [frente al Panathinaikós] fue celebrado por una de las dos caras de esta historia griega. Cierto es que Grecia, históricamente, se ha empeñado en dividirse. Incluso en "subdividirse". De hecho, ellos también tuvieron su guerra civil.

Su guerra no fue tan mediática como la Guerra Civil española. En 1936, en Europa, algo se movía, y la gente lo sabía. Por tanto, la prensa extranjera de la época envió a España muchos periodistas y le dedicó grandes titulares. Aquella cruda guerra vino a ser como unos entrantes de lo que vendría después, a pesar de que no todos lo sabían. La Guerra Civil griega, en cambio, no fue en absoluto mediática, ya que constituyó el postre. Después de toda la Segunda Guerra Mundial, de Dunkerke, Auschwitz, Estalingrado e Hiroshima, la gente tenía la piel tan dura que bien poco importaba que un pueblo más se matara. Aquel grupo de griegos que hasta poco antes habían luchado contra los nazis, unos enarbolando banderas rojas y otros con rosarios y cruces ortodoxas en el cuello, se perseguían ahora sin piedad entre ellos. El hecho de que griegos barbudos equipados por el ejército inglés y americano persiguieran por las montañas a otros griegos barbudos, cortándoles la cabeza, ya no parecía algo escandaloso en una Europa que había perdido la inocencia.

Como consecuencia de aquella guerra, miles de personas cruzaron las montañas que separan Grecia de la Antigua R
epública Yugoslava de Macedonia y Bulgaria por el hecho de haber escogido una tendencia política equivocada. Eran de izquierdas, y los comunistas habían perdido la guerra civil. La frontera, sin embargo, no la cruzaron únicamente partisanos con las manos manchadas de sangre. Abogados, Marineros o profesores de universidad huyeron también como pudieron, ya que los vencedores no tuvieron piedad de los derrotados.

El doctor Petros K
ókkalis fue uno de ellos. Este prestigioso médico era un socialista convencido, hecho que le había llevado a la montaña cuando los nazis protagonizaron aquella extraña jugada que fue la invasión de un Estado que ya era fascista: la Grecia de Metaxás. Cosas de Mussolini, el aliado más importante de Hitler... Volvamos, empero, a Kókkalis, quien ya odiaba al gobierno de Metaxás, pero que subió a la montaña cuando éste plantó cara a Hitler. Para alguien como Kókkalis, que había estudiado en Zurich y Berna, era un paso difícil. La montaña en Grecia es sumamente dura. Y la guerra, todavía más.

Una vez terminada la guerra, el doctor Kókkalis formó parte del primer gobierno griego de transición, como ministro. Pero entonces estalló la Guerra Civil y él se encontraba en el bando equivocado. En 1949, fue uno más entre los miles de griegos que abandonaron su patria. El profesor Kókkalis no regresó jamás, pues moriría en Berlín Este en 1962.

Petros Kókkalis no volvería a ver Grecia nunca más, a pesar de que fue su última voluntad ser enterrado allí. Su hijo Socratis, en cambio, conocería Grecia por primera vez en 1969, cuando aterrizó en Atenas con una licenciatura en Física debajo del brazo, en condición de delegado en territorio griego de empresas estatales de la Alemania Oriental. Pero Socratis Kókkalis no era como su padre.

Si su padre se jugó la pie
l en las montañas con un fusil a la espalda para defender los ideales de Marx, su hijo dio prioridad a su ego. Si el padre sudaba realizando operaciones de tórax pioneras en Grecia, el hijo sudaba por enriquecerse. En pocos años, Socratis Kókkalis, delegado de un Estado comunista en un país controlado por militares de derechas, se convirtió en un empresario de éxito, levantando el imperio INTRACOM, grupo que actualmente controla empresas relacionadas con la física y la telecomunicación. Así pues, cuando la democracia llegó finalmente a Grecia, Socratis Kókkalis ya era bastante famoso por sí mismo.

Sin embargo,
a Socratis Kókkalis la fama le llegaría en 1993, cuando compró el Olympiacós. En el imaginario colectivo griego, este club deportivo sería aquel que reuniría a muchos votantes de izquierdas en las gradas, puesto que fue fundado en una ciudad trabajadora: El Pireo. La derecha, en cambio, llegaría al palco del estadio del Panathinaikós, club que casi siempre ha contado con el apoyo de los militares y pequeños dictadores contemporáneos griegos. Tópicos aparte, Kókkalis se gastó una enorme cantidad de dinero en hacer de su equipo una potencia, y de hecho, lo consiguió. Desde 1997 hasta la actualidad, el Olympiacós ha ganado todas las ligas de fútbol, excepto las de 2004 y 2010 (doce ligas en catorce años), así como seis copas y otros títulos importantes como la Copa de Europa de baloncesto (1997), waterpolo (2002) y voleybol (1996 y 2005).

Para media Grecia, pues, Kókkalis es un héroe. Para la otra media, un empresario que controla la Federación Griega de Fútbol, tiene vínculos políticos y un pasado oscuro. El pasado de Kókkalis es oscuro, eso es evidente. En 1997, cuando se abrieron los archivos de la policía secreta de la RDA, la Stasi, un juez alemán afirmó que el joven Kókkalis fue infrmador suyo con el sobrenombre de "Rocco".

A veces, una casualidad te marca. A Kókkalis le ocurrió. Todo comenzó cuando acompañó a su padre a dar unas conferencias en Alemania Occidental. A la vuelta, fue detenido con artículos de contrabando en su coche. Hechos como estos eran aprovechados por la Stasi para reclutar informadores: si aceptabas ayudarles, te perdonaban; si no aceptabas, ibas a la cárcel. El actual presidente del Olympiacós trabajó para la Stasi hasta mediados de la década de los ochenta. De hecho, se le relacionó con antiguos políticos de la Alemania del Este acusados de corrupción, personajes con quienes habría tenido tratos para levantar INTRACOM, un imperio económico que, con el paso del tiempo, le permitió comprar el Olympiacós. Ciertamente, cuando el doctor Petros Kókkalis llegó a Berlín, lo último que habría imaginado es que su hijo acabaría comprando un equipo de fútbol con dinero conseguido, en parte, gracias a la policía secreta. El padre simpatizó con unos ideales. El hijo no, pero terminó sacando más provecho.

Algún día volveremos a la Guerra Civil griega como génesis de una historia futbolística. En Grecia, desde tiempos inmemoriales, al principio de todo, siempre hay una historia interesante.

Tiempo añadido:
La película "Los cazadores", de Theo Anguelópulos (1977), es una fábula sobre la división griega y las heridas no cerradas de la Guerra Civil. Sobre las dos Grecias, sobre el pasado y el peso de la memoria.


Toni Padilla


Traducción al castellano:
E. Vinader

Fuente: www.ara.cat