jueves, 6 de marzo de 2014

ENTREVISTA AL ESCRITOR VASILIS VASILICÓS

Vasilis Vasilicós

Reproducimos a continuación la entrevista concedida por el escritor griego Vasilis Vasilicós a José Luis Argüelles, que publica hoy el diario asturiano La Nueva España.


La publicación de Lo poco que sé de Glafcos Zrasakis, del escritor griego Vasilis Vasilicós, se ha convertido en uno de los fenómenos editoriales del inicio de 2014. Pese a ser uno de los autores más aclamados de su país, fal­tan las traducciones directas desde el griego al español. De ahí la expectativa ante una novela que ocupa, además, un lugar central en la obra de alguien que ha frecuentado con éxito todos los géneros: poesía, teatro, relato. El libro ha sido publicado por el sello gijonés Hoja de Lata y la traducción es del también asturiano Ángel Pérez (Amieva, 1977), licenciado en Filología Clásica por la Universidad de Oviedo y profesor de español en Ioánni­na. Vasilis Vasilicós (Cavala, 1934) es conocido internacionalmente por ser el autor de la novela Z, en la que se inspiró su paisano el ci­neasta Costa Gavras para hacer en 1969 la exitosa película homónima, con guión de Jorge Semprún. Exiliado tras el golpe militar de los coroneles, en 1967, y embajador de su país ante la UNESCO desde 1996 a 2004, el novelista estuvo ayer en Oviedo y Gijón, donde presentó, en sendos actos en el campus de El Milán y en la Biblioteca Pública «Jove­llanos», el que está considerado como su tí­tulo más personal. Ofrece ahí una escritura en la que ha estado embarcado durante años y con la que entrega al lector un aguafuerte de la Grecia contemporánea.
-Ha optado por publicar la versión defi­nitiva de Lo poco que sé de Glafcos Zrasakis en español antes o casi al mismo tiempo que en Grecia. ¿Por qué?
-Ha sido una elección en la que ha influido el editor español y de la que me alegro mucho porque, además, se ha hecho en un tiempo récord.
-No hay muchas traducciones directas de sus obras desde el griego al español. Es el caso, bastante inexplicable, de Z.
-Se publicaron algunas obras en los años setenta, cuando yo estaba más de moda, pe­ro no son tan conocidas y, como usted dice, no se han traducido directamente del griego. Lo poco que sé de Glafcos Zrasakis es la pri­mera que se traduce del griego.
-¿Quedó satisfecho con el guión que hizo en su día Jorge Semprún de Z?
-Mucho. De alguna manera yo estaba blo­queado por el éxito de aquel libro. Él leyó el manuscrito porque aún no circulaba la no­vela en Francia. Semprún, a quien ayudé y que tomó algunos elementos de los sucesos del Mayo del 68, tuvo toda la libertad del mundo para hacer su texto. Creo que se no­ta; es algo que no le ocurrió por ejemplo con La confesión (película también de Costa Gavras), sobre la conocida biografía de Arthur London.
-Lo poco que sé de Glafcos Zrasakis le ha acompañado largos años. ¿Es la obra de su vida?
-Bueno, no de toda la vida. Surge en una década que es muy importante para mí, du­rante la dictadura de los coroneles en Grecia y su caída. Los críticos dicen que es mi gran obra, mi opus magnum. El personaje del li­bro me dio una gran libertad de escritura, aunque quiero decir que existen tres libros que me influyeron, La verdadera vida de Se­bastian Knight y Pálido Fuego, de Nabokov, y El idiota de la familia, de Sartre. Éste hace la biografía de Flaubert al tiempo que habla de sí mismo, es la imagen de los dedos índice y pulgar tocándose.
-¿Cuánto hay de autobiográfico en Lo poco que sé de Glafcos Zrasakis?
-Sólo el 10 por ciento. Usted esperaba que dijera el 90 por ciento, ¿verdad? Le diré que ahí hay muchas cosas que he vivido, pero a través de los demás. La fui escribiendo en una época en la que tenía esa capacidad de ver a través de los demás.
-¿Ha perdido esa capacidad de empatía?
-No lo sé, pero esta novela es una auto­biografía por medio de los demás. Lo que es totalmente autobiográfico es el regreso de Zrasakis a su país.
-Escribe en el libro: «... no puede haber li­bertad individual independiente del discu­rrir histórico». ¿No hay verdadera literatura sin relación con los hechos históricos?
-Así lo creo porque así lo he vivido. En to­do eso que he escrito no hay nada teórico, si­no cosas que he experimentado, empíricas.
-Es una novela con muchas facetas, tam­bién la política.
-¿Usted lo cree así?
-No sólo, evidentemente.
-Puede ser que en el fondo sea, sí, una no­vela política.
-Es también una novela que yo calificaría de «mestiza», donde mezcla distintas escri­turas y en el mismo sentido que lo es El Qui­jote. ¿Ha sido un modelo?
-Me hace usted un cumplido y le remito a Borges, quien comentó que el Quijote y Cer­vantes resumen la esencia de nuestro arte. Lo digo en el prólogo (de la edición españo­la) de la novela. El Quijote constituye el ca­non, en el significado filológico del término, de la novela occidental Y además me gusta mucho que usted se haya acordado de Cer­vantes, porque tiene relación con Grecia. No olvide que quedó herido en Lepanto.
-Lo poco que sé de Glafcos Zrasakis es un libro escrito desde el humor, la ironía, y el humor. ¿Está de acuerdo?
-Y también desde cierto sarcasmo.
-¿Fue la actitud que le permitió sobrelle­var los años de exilio?
-Pero en el exilio lo primero que uno siente es dolor y luego, todo lo demás. Primero se sufre, después ríe uno y sólo al final llega el sarcasmo.
-En su novela hay, por cierto, un recuerdo de los exiliados republicanos españoles.
-Ellos estuvieron más de treinta años en el exilio, mientras que el nuestro duró una dé­cada. Querían la gran huelga y soñaban con ella; luego las cosas salieron de otra manera. He hablado mucho de este tema con Sem­prún, quien me contó una cosa que no he ol­vidado hasta hoy. Me dijo que el levanta­miento de los estudiantes españoles en el 63 había sido cosa de cinco personas, sin un movimiento detrás. Y es que en Grecia, en 1973, ocurrió lo mismo cuando la revuelta de la Politécnica. Fueron tres personas las que se levantaron, sin un partido detrás. Los co­munistas soñaban con la gran huelga, pero no ocurrió ni en España, ni en Grecia.
-¿El escritor, el artista, es siempre un exi­liado?
-Sí, y lo peor es cuando resulta un exilia­do dentro de su propio país, como me suce­de a mí en Grecia. El exiliado no es el que es­tá fuera del sistema, sino el que se encuentra alejado de los acontecimientos, de lo que su­cede. Un buen ejemplo es el de los indigna­dos: su movimiento duró un año y después desapareció; así es como se sienten los exi­liados. La indignación en Grecia creció a partir de Amanecer Dorado.
-¿La organización de extrema derecha es un grave problema para los griegos?
-Es el principal problema. Hay quien cree que el asesinato del rapero Pavlos Fissas por parte de Amanecer Dorado tiene parecido con el de Lambrakis («Z» ofrece en clave fic­ticia la muerte de este político demócrata griego), pero el origen de un crimen y otro son muy distintos. Este segundo fue resulta­do de un clima de enfrentamiento civil, ideo­lógico, mientras que el segundo es producto de una situación económica determinada.
-¿Los graves problemas de Grecia tienen culpables con nombres y apellidos o son el resultado de una responsabilidad compar­ada, como en ocasiones se insiste?
-Detrás hay nombres y apellidos, pero más allá de esos nombres existe también una responsabilidad de la Unión Europea (UE) y le una señora en concreto.
-¿Merkel?
-La señora Merkel, que proviene de lo que fue el Bloque del Este y no tiene ni idea de lo que es una Europa unida. No estaba con el régimen comunista pero tampoco parece que le molestaba mucho. Viví en el Berlín occidental y sé lo que era estar en los años setenta contra el régimen soviético.

En el siguiente vídeo se informa de las actividades de Vasilis Vasilicós en Asturias durante el día de ayer (a partir del minuto 19:00)